Sunday, December 25, 2011

EL RECALENTADO IDEAL

Así como la noche del 24 de diciembre, los olores provenientes de la cocina nos mantienen cerca de ella, alrededor de la mesa, esperando poder probar -por fin- esos deliciosos platillos que quizá sólo comemos una vez al año, el 25 de diciembre es muy probable que lo que nos despierte y nos saque de la comidad de nuestra cama, sea la certeza de que al llegar al comedor encontraremos aún un poco de todos aquellos platillos que anoche consumimos y cuyo sabor además de mantenerse ha mejorado con las horas...

Después de horas trabajando en la cocina, de sabores y olores que se mezclan para dar como resultado platillos merecedores de "mmmms" y "oohhhs" por parte de los comensales, llega el momento de la cena y -a pesar de haber estado esperando por ella todo el día- quizá por el hambre y/o las ganas incontenibles de probar todo, hay ocasiones en que no la disfrutamos tanto como estperábamos. Pero, afortunadamente, siempre tenemos la oportunidad de volver a degustar todos y cada uno de los platillos, si es que queda suficiente de cada uno de ellos, al día siguiente.

Es entonces, el 25 de diciembre, cuando gracias al famoso, tradicional y esperadísimo recalentado, podemos disfrutar -ya sin presiones y sin demasiadas formalidades- de la que hasta ayer era llamada cena, y que hoy se ha convertido en un delicioso festín del día siguiente. De aquellos platillos que anoche se encontraban decorados de manera casi perfecta, ya no queda la linda presentación sino aromas y sabores concentrados que nos hacen querer servirlos inmediatamente en nuestro plato, ese que hoy ya no es más de la vajilla fina y especial que prácticamente se usa una o dos veces al año en casa, sino de los que usamos diariamente en casa.

Justamente ese estilo casual y desenfadado que toma el desayuno-comida del 25 de diciembre, es lo que hace del recalentado algo especial. Todas sabemos que en la mayoría de casas (al menos las mexicanas) no se cocina propiamente el 25 de diciembre. Este es un día para relajarnos y compartir la alegría de estar en familia. Sentados a la mesa, por "tandas" como dirían en mi familia, regularmente empezando la ronda con los más pequeños para que, una vez que terminen, los adultos puedan apropiarse del comedor y no sólo comer sino seguir ahí, departiendo durante horas, recordando la cena de anoche y las de los años anteriores que han tenido la oportunidad de compartir.

Aunque en muchas familias el recalentado es algo mucho más casual y relajado, para muchas otras es aún muy formal; de la comida que quedó de la noche anterior sólo toman un poco para crear nuevos y elegantes platillos que ahora se comerán a la luz del día. Formal o no, el recalentado de este día debemos disfrutarlo sin importar si hacemos sandwiches de pavo o un pastel de bacalo al horno. Este es sólo un pretexto, como muchos otros, para seguir fortaleciendo los lazos familiares y acumulando recuerdos para futuras Navidades.

Monday, December 19, 2011

Botas de Navidad

Con pasos lentos, casi como paseando en una tarde de domingo, caminaba por el súper a las 11:30 de la noche. A pesar de la hora, la gente parecía no tener noción del tiempo. Todo alrededor hacía pensar que era mucho más temprano. La música de fondo, por supuesto, Navideña; y los chocolates, peluches, botanas, dulces, frutos secos y adornos de la temporada, aquí y allá inundando el ambiente de Navidad. A lo lejos, en uno de los anaqueles que separaban uno de los pasillos principales de la línea de cajas rápidas (que regularmente resultan ser todo lo contrario), unas pequeñas botas de colores llamaron mi atención. No fueron los colores, ni la forma, ni el tamaño lo que atrajo mi mirada hacia ellas, fue el instantáneo recuerdo que trajeron a mí, de aquellos años cuando -aún niña- recibía una de esas botas el día de Navidad, después de haberla visto, y esperado, durante días bajo el arbolito.

La emoción iba más allá del entendimiento de que, una vez entre esas pequeñas manos en las que apenas cabían, podría comer cada uno de los dulces contenidos en la bota, o de contar -junto a mi hermano y primos- cuántos dulces tenía ahora y hacer el "tradicional" intercambio por los más ricos. En realidad, la alegría me invadía, lo recuerdo perfecto, porque por fin tenía en mis manos el regalo, porque había observado (pacientemente) las botas, especialmente la que llevaba mi nombre escrito durante días, esa pequeña acción se volvía casi un ritual. Una vez que él (el hombre del bigote y la voz ronca) las colocaba -ordenadamente y con el nombre de cada uno de nosotros, los peques de la casa- debajo del arbolito, ahí justo al lado del nacimiento, mi misión era, diariamente al menos unas dos o tres veces, posarme frente a ellas, y observarlas, como si con ello pudiera lograr que el día de poder abrirla llegara al instante.

No tengo una foto para ilustrar esa bota llena de dulces pero tampoco creo que haga falta. Probablemente más de uno sabe a qué botas de dulces me refiero, y hasta ubica la marca, esa que en sus comerciales muestra a un búho que nos reta a saber cuánto tiempo nos toma llegar al centro de la paleta. No hacen falta fotos para revivir ese momento, que no era el más importante, pero sí el detonante de una serie de eventos y momentos que llegaban con la navidad. Situaciones que año con año trato de revivir porque me hacen volver un poco a la infancia, porque me hacen sentir junto a él y junto a la familia, aún cuando haya distancia de por medio.

De vuelta en el súper, veo la bota y rio al tiempo que mis ojos se llenan de agua. Recuerdos entrañables dan paso a la nostalgia navideña, esa que me vuelve loca por no poder estar ahí, pero lejos de llenarme de tristeza, aplico -con orgullo- todo eso que a lo largo de estos años le aprendí al hombre del bigote y la voz ronca. De este año en adelante sé que seré yo quien transmita exactamente lo que él me ha transmitido a mí, siendo la encargada de esparcir el espíritu navideño a quienes se encuentren a mi alrededor...

ps. Mi madre me ha motivado, sin duda, a muchas cosas en la vida, pero el responsable de que en mí exista ese espíritu navideño tan grande, difícil de contener, que reclama incansable brotar cada diciembre, así como todos esos recuerdos decembrinos (incluyendo la bota de dulces), ¡ese es Mi Padre!

Friday, December 16, 2011

Posadas Navideñas: Fiesta Popular

Entre velas, cantos y ponche...
No es difícil recordar esos momentos cuando, en la niñez, acudíamos acompañados por nuestros padres, hermanos y demás miembros de la familia, a esos eventos que quizá al principio no entendíamos, pero que pronto se volvieron unos de los más preciados y los cuales no queríamos perdernos. Entre gente, velas, dulces, cantos, bebidas diversas, piñatas y muchísima alegría, éramos participes de una de las fiestas más populares y llenas de tradición que tenemos en México: las posadas.

Con el "Maratón Guadalupe-Reyes" en puerta, nada mejor que irnos preparando para cada uno de los eventos a los que seguramente tendremos que asistir esta Navidad. Probablemente en este momento nuestra agenda ya se encuentre llena de actividades de todo tipo durante el mes de diciembre, y dentro de esos eventos, no pueden faltar las tradicionales posadas, comenzando el 16 de diciembre y terminando justo la noche de Navidad.

Estas fiestas son populares en México ya que con ellas recordamos la manera en que María y José pidieron posada durante su viaje desde Nazaret hasta Belén, en donde finalmente nació el niño Jesús. Algunas veces la manera de realizarlas es seria y mucho más apegada a una representación de lo que ocurriera con la Virgen y San José, aunque en general se vean amenizadas con cantos, villancicos, velas, luces de bengala y mucha alegría.

Lamentablemente hoy en día se han perdido muchos de los elementos principales de las posadas netamente tradicionales, terminando por ser sólo una fiesta o reuinión donde apenas y se pide la posada rápidamente y sin mucho sentido, para dar paso a fiestas basadas principalmente en el alcohol, quizá tú aún tengas vívidos recuerdos de esas posadas a las cuales solías ir cuando eras niña, y que quisieras poder revivir año con año.

Todo comenzaba con la división de los invitados, la mitad dentro de la casa y la otra fuera, con sus velas, pidiendo posada. Al frente del grupo, generalmente un par de niños cargando a los peregrinos (La Virgen y San José, representados por figuras de cerámica). Una vez que eran aceptados, comenzaba la algarabía por saber todo lo que esperaba dentro de la casa. Bebidas calientes como ponche, chocolate o champurrado; tamales, pambazos, galletas, aguinaldos llenos de fruta y dulces, al igual que la piñata que era uno de los momentos más esperados.

De ese modo las horas pasaban y llegaba el momento de despedirse, pero sin tristeza porque sabíamos que aún había ocho días más, para seguir disfrutando de esas fiestas que tanto nos llenaban de alegría, y que eran sólo el preludio a la gran celebración de la Noche Buena. Nunca es tarde para seguir disfrutando de esas tradiciones, para traerlas de vuelta y, sobretodo, para compartirlas con los nuestros, preservarlas y continuarlas.


Un poco de historia
Las Posadas son una celebración católica previa a la Navidad, que consistía en nueve rosarios o visitas, del 16 al 24 de Diciembre, en los cuales se rememora el viaje de la Sagrada Familia desde Galilea hasta Belén; los 9 días tradicionales de posadas se hacen en honor a los 9 meses de embarazo que vivió María.

En 1586 fray Diego de Soria, padre del convento de San Agustín Acolman, solicitó autorización al Papa Sixto V para celebrar las misas denominadas "aguinaldo" del 16 al 24 de diciembre en los atrios de las iglesias en procesión, parando en cada una de las capillas.

Este novenario, en la actualidad, se ve eniquecido por tradiciones y celebraciones no religiosas que han creado la tradicional Posada Mexicana, misma que -con algunas variantes- se celebra también en países como Estados Unidos, Colombia y Venezuela, entre otros.


La infaltable piñata
El momento de pedir posada -cada uno con su vela en mano- termina con el canto de bienvenida al hogar que, por esa noche, es el anfitrión. Una vez dentro, quizá antes, tal vez después, o hasta en medio de la cena y bocadillos, llega el momento de la tradicional piñata. La importancia de ésta durante las posadas es innegable ya que su simple presencia emociona por igual a chicos y grandes. Con sus picos y llamativos colores atrae a todos quienes esperan ansiosos el momento de partirla y obtener la recompensa: los dulces.

Todo ello, además de la diversión y alegría que pueda provocarnos, tiene un significado que la mayoría desconocemos. Aunque muchas piñatas hoy en día han cambiado su forma y los materiales con los cuales son hechas, la piñata tradicional para las posadas es considerada una construcción artesanal hecha con barro y papel colorido que la vuelven llamativa y, hasta cierto punto, tentadora.

De acuerdo a la tradición, su forma debe ser la de una estrella con siete picos, cada uno de los cuales representa un pecado capital. La persona que pasa a pegarle a la piñata debe ser vendada de los ojos (lo que representa la fe) y el palo para pegarle representa la fortaleza de Dios. En su interior, encontraremos dulces o frutas que caerán una vez que alguien logre quebrarla (rompiendo con el pecado) recibendo así gracias y bendiciones.

¡Felices Posadas!

Thursday, December 8, 2011

Las 10 favoRitas en Navidad (Best Xmas movies EveR)

NAVIDAD DE PELÍCULA

Los productores de cine saben que la temporada navideña es una de las mejores épocas para lanzar películas y que éstas tengan buenas ventas y gran aceptación, sobretodo si se trata de temas relacionados con la Navidad. Así, con el paso del tiempo distintas películas se han posicionado y han logrado seguir siendo vistas año con año. Ya sea que las rentemos, que las veamos en la tv esos días en que desde que despertamos hasta que nos vamos a dormir, los canales están inundados de películas navideñas de todo tipo y para todo público, estas películas nos hacen disfrutar pero sobretodo llenarnos del contagioso espíritu navideño. Estas historias resultan prácticamente inolvidables ya que marcaron nuestra infancia y las recordamos siempre. Aunque con el paso del tiempo nuevas películas pueden irse sumando a nuestra lista, sin duda hay algunas que, aún cuando pasen los años, seguiremos adorando ver Navidad tras Navidad, repitiendo los diálogos y emocionándonos por la escena que sigue.

Con esos recuerdos en mente, y dependiendo del momento en que las hayamos visto, cada uno de nosotros ha ido formando su propio top ten de las películas navideñas que lo han marcado a lo largo de los años, algunas de ellas son consideradas como un "must watch" debido a la fama alcanzada y/o a que han logrado posicionarse como las mejores debido a la historia que nos cuentan. Sea como sea, disfrutar de una navidad en casa siempre resulta tentador, si la acompañamos de películas que nos ayuden a recordar desde nuestras primeras hasta las más recientes navidades. Y es que nada como pasar un día tirados frente al televisor, como cuando éramos niños y en compañía de los primos y hermanos, todos -prácticamente encimados unos sobre otros en una sola cama-, pasábamos horas viendo esas películas que nos transportaban, en un increíble y mágico viaje, hasta el polo norte, que nos hacían ver a Santa, confiar en que todo era posible, soñar con los momentos más felices y creer que los milagros eran posibles.

Días o noches que iban acompañados de dulces y comidas típicas de navidad, galletas, leche, ponche y más. Porque en esas fechas no importaba si comíamos demasiado dulce, si nos mantendríamos despiertos hasta altas horas de la noche (debido a las altas cantidades de azúcar consumida), y mucho menos nos preocupaba ¡salirnos de la dieta! Esos días eran mágicos y quizá es justo ese el motivo que nos lleva cada año a mirar una y otra vez las mismas historias navideñas, esas que enlistamos tratando de no olvidar ninguna, dejando de lado la pena de ser considerados cursilones o extremistas, porque al enumerarlas prácticamente volvemos a sentir, oler y vivir esas maravillosas navidades que hemos tenido y seguiremos teniendo, mientras las películas sigan alrededor, mientras la gente siga creyendo y compartiendo, y mientras nuestro espíritu navideño se conserve intacto, como cuando éramos niños...

1. Love Actually
Ocho historias, interesantemente entrelazadas, ocurren en vísperas de la Navidad, teniendo como factor común que el amor está alrededor y en todas partes, especialmente en esa época. Amores locos, amores prohibidos, amores escondidos, amores extraños y más. Historias que llegan al fondo del corazón  y nos roban risas pero también lágrimas de nostalgia.


2. Milagro en la Calle 34
Con más de una versión en la actualidad, esta película -en un ambiente de tiendas departamentales, regalos y desfiles navideños-, muestra cómo el deseo por creer es mucho más fuerte que todo. Una madre le ha contado a su hija la verdad sobre Santa, pero juntas descubren, gracias a dos importantes personajes, que los milagros existen y más en Navidad.

3. It's a wonderful life
Es la clásica película navideña cuyo final es totalmente conmovedor.Un hombre que siempre ha visto la vida de manera positiva, aún cuando le va mal. Un día simplemente se rinde, pero al ver cómo sería su vida sin sus seres queridos, todo cambia y se da cuenta que la vida puede ser maravillosa.

4. Los fantasmas de Scrooge (encantadora en cualquiera de sus versiones, desde la más seria hasta la representada por los picapiedra o mickey mouse)
Scrooge es un viejo tacaño y desagradable que trata mal a cualquiera que se le ponga enfrente. La noche de Navidad tres fantasmas le hacen ver su suerte; los de las navidades pasadas, presentes y futuras. Entonces debe decidir si continuar igual o cambiar para remediar el mal que ha hecho.

5. Mi Pobre Angelito
La historia que todo niño desearía vivir en Navidad. Un pequeño es olvidado en casa por su familia. Mientras ellos lejos de la ciudad sufren, él disfruta de estar solo en Navidad, al tiempo que defiende su casa de unos torpes ladrones.

6. Santa Cláusula
Un vendedor de juguetes accidentalmente mata a Santa la noche de Navidad, al ponerse su traje, sin leer la cláusula, debe asumir la responsabilidad de convertirse en el nuevo Santa Claus. Con tres distintos episodios vemos cómo Santa lucha contra todas las adversidades para cumplir su objetivo número uno: hacer felices a los niños con sus regalos.

7. El Grinch
En Villaquién todos celebran la Navidad menos el Grinch, un ser gruñón y peludo que vive en lo alto de la montaña. Una tierna niñita intenta descubrir por qué el Grinch odia la navidad. Después de acercarse sutilmente lo descubre y trata de cambiar su idea de las fiestas.

8. Hombre de familia
Un hombre rico y poderoso se topa con un personaje que le brinda la oportunidad de tener todo aquello que alguna vez deseó, pero que -tristemente debido al dinero- ha olvidado con los años. Aunque para recordarlo deba sufrir un poco o vivir una vida que cree no le corresponde.

9. El expresso Polar
Un niño espera ansioso en su habitación, oír el tintineo de las campanas del trineo de Santa Claus. Al mirar por la ventana ve que un tren negro frena frente a su casa. Es el expresso polar que lo llevará a vivir una increíble aventura navideña y a eschuchar el verdadero sonido de la Navidad.

10.  Santa Claus (versión mexicana)
Una película que ahora luce como la de más bajo presupuesto, pero que no deja de atrapar frente al televisor con sus múltiples, variados y chistosos personajes. Niños traviesos, un Santa con mala suerte, un diablo que hace de las suyas pero al final no triunfa,  y una pequeña y pobre niña que nunca deja de creer que su muñeca llegará de manos de Santa.

Thursday, December 1, 2011

La historia de un amor...

Han recordado, han revivido, han contado y se han contado, la misma historia tantas veces a lo largo de estos años, que muchos podrían pensar "qué aburrido". Ellos lo saben y ahora, en sus pláticas, que ya no son más el típico: "si algún día...", sino un "cuando nuestros hijos...", aceptan que probablemente llegará el día en que éstos les pidan no contar más la misma historia, saben también que seguramente será ella -tal vez ya con cabellos que ya dibujen tonos grises, y marcas en su rostro de las sonrisas que han quedado grabadas con el paso de los años- quien cuente la historia una y otra y otra vez más. Muy probablemente esto suceda mientras abra su pequeño baúl de madera, ese que años atrás recibió de su madre, para mostrarles fotos y detalles que acompañen el relato.

De esa historia, que irónicamente hoy  no será contada, existen  fragmentos decisivos para la vida de ambos personajes. Un hombre y una mujer que se conocieron cuando aún no lo eran, cuando sus nombres aún quedaban perfecto en diminutivo, cuando en la historia de su vida no había más que recuerdos familiares, escolares, amores de niños, travesuras inocentes y dos que tres aventuras de "chavales". Esos dos, que llevaban caminos y vidas tan distintas, se cruzaron por segundos en el sitio y momento adecuados, lo cual entenderían sólo años más tarde, cuando estando tan alejados el uno del otro sintieran una necesidad incontenible, incomprensible y simplemente imposible de apaciguar, de estar juntos.

Esos dos fueron de la mano, encontrándose y desencontrándose hasta que no pudieron más detener lo inevitable, estaban destinados a estar juntos; un árbol en algún lugar del mundo, lo lleva escrito en su cuerpo. Esta es la historia de un amor que no será contada, al menos hoy, porque este día está hecho simplemente para los recuerdos de esos años que hoy suman seis (más la historia previa) y que seguirán sumando, aunque pronto de manera diferente porque esta etapa casi termina, pero la mejor está a punto de comenzar...

ps. En la mesa de un restaurante argentino, rodeado por sólo mujeres, y celebrando el cumpleaños de la mejor amiga de ella, la miró, tomó su mano y decidió tomar el riesgo, y emprender el vuelo sin rumbo conocido...

Tuesday, May 10, 2011

Esa mujer que llamo Mamá...

Creo que alguna vez, cuando era niña, estuve enojada con ella. No entendía por qué no podía estar en casa por las tardes cuando yo llegaba de la escuela; por qué no podía ir a los festivales y quedarse hasta el final; por qué siempre resultaba tan complicado cuando había una nueva reunión en la escuela o por qué no podía estar ahí como otras mamás. Y fue justo en el momento en que entendí que lo que la hace tan especial es justamente no ser como las otras mamás, cuando dejé de estar enojada con ella.


Después de eso, los años llegaron a mi con un poco de entendimiento, mostrándome -quizá de manera dura- que su compañía no se compara con nada; que tal vez no pasamos todas las tardes de mi infancia juntas, pero que no fue por egoísmo sino todo lo contrario. Sé que, seguramente, fue mas difícil para ella que para mi no poder estar ahí. También sé que no podemos volver el tiempo atrás, y tampoco es lo que quiero, porque la vida misma se ha encargado de regalarme muchos más momentos felices a su lado ahora que en verdad los sé valorar. He tenido la oportunidad de volver a ser niña aún cuando hace mucho que deje esa etapa. Me gusta pensar que tengo de nuevo 5 años y que cualquier problema deja de serlo si estoy junto a ella.


Hace poco, nuestras rutinas diarias cambiaron por completo. Su jubilación (aún a tan temprana edad) fue todo un suceso! Es algo que la ha hecho feliz, pero quizá no sabe que la más feliz he sido yo, porque ese evento nos ha dado la oportunidad de compartir esos momentos que nos debíamos desde siempre. Gracias a ello descubrí lo que se siente llegar a casa después de un día de trabajo, y que ella estuviera ahí esperando por mi. Ya fuera para comer juntas, para ir al cine, a caminar, de compras, o simplemente para recostarnos una a lado de la otra. Fue así como entendí que la tranquilidad que me da el simple hecho de estar recostada a su lado -aún cuando no haya palabras- es incomparable.


Mi mejor regalo...
Y entre todas esas nuevas experiencias, también se agolpan en mi mente millones de recuerdos. Muchos de ellos, la mayoría, momentos felices y agradables; otros tantos, de situaciones que provocaron lágrimas en su momento. Recuerdo, por ejemplo, el día en que volví a casa después de lo que, en ese entonces, representaba el momento más triste de mi vida. Un corazón roto que no dejaba espacio para ningún otro sentimiento que la tristeza, iba en busca de un espacio en el cual pudiera esconderse y llorar hasta el cansancio. Sin embargo, se encontró con ella, sentada en su sillón, mirando tele. Al verme, preguntó qué sucedía, supongo que por la expresión de mi rostro supo que no era necesario preguntar más, abrió sus brazos y prácticamente me avalancé sobre ellos. Me abrazó y lloré, lloré mucho hasta que no hubo más lágrimas por llorar.

Y aunque debió ser triste para ella verme así, supongo que una madre está mucho más acostumbrada a ver llorar a sus hijos que viceversa. Yo aún tengo clara la imagen de la primera vez que la vi llorar. Casi puedo revivir la sensación de impotencia al no poder hacer nada para evitarlo, era aún muy pequeña. Y aunque en ese instante no pude haber hecho mucho por aliviar su dolor, sé que otras veces he sido yo quien provocó su llanto, pudiendo haberlo evitado. Pero así mismo sé que seguramente ya lo ha olvidado...

Pero sobre todas las cosas, tengo grabados los momentos felices, todas las vivencias que hemos compartido y disfrutado, las pláticas y experiencias, y los millones de veces que nos hemos reido juntas! Y es que a veces somos tan simplonas! Me encanta la idea de saber que puedo contarle todo, y que si acaso algo no le parece sólo me mira con esos ojos de: Ay niña! y no dice más porque, como siempre, sabe que soy lo bastante grande como para decidir lo que es bueno y lo que no, porque ella me lo ha enseñado. Sé que en esa excelente mujer a la que llamo Mamá, tengo además a una gran amiga y, sobretodo, un gran ejemplo a seguir.

Estoy segura que cuando llegue el día en que tenga la oportunidad de tener a mis propios hijos, entenderé mucho mejor a la mujer que me dio la vida. Pero también sé que aún cuando ese momento no ha llegado, la admiro, la respeto y la valoro como a nada en este mundo!

ps. Felíz día Ma'!

Wednesday, April 20, 2011

He querido decir que...



...he pasado muchas noches en vela, algunas de ellas preguntándome el por qué de ciertas cosas, otras tantas recordando con nostalgia los momentos vividos que sólo puedo sostener en mi mente porque entre las manos se me escapan como granos de arena. Y todas las demás han sido para pensar en esos dos niños que ya no lo son más. En las cosas que han aprendido a lo largo de los años, en las lágrimas pero sobretodo en las risas, esas que se convierten fácilmente en carcajadas y que ya no escucho tan seguido. En los momentos de silencio que jamás se tornan incómodos, en los abrazos duraderos y reconfortantes en que no hace falta hablar. En lo fácil que es estar juntos y en lo 'casi insoportable' de no poder estar. He pensado en todo eso y más!


He dicho que en esta travesía (proyecto conjunto que se cocina por separado), he perdido una parte de mi, que quizá sólo se ha transformado un poco por la ausencia de ciertos elementos de primera necesidad para mi persona. He cambiado y aú  n no se qué tanto, me he perdido por momentos pero he encontrado el camino de regreso, aunque ahora el sol ayuda a encontrarlo mucho más rapido que antes. Esa etapa rebelde y loca que alguna vez se resistió a abandonarme, desapareció en un reconocible acto de escapismo. Me pregunto si he cambiado tanto o es que sólo, como cualquier ser humano, me he adaptado a las circunstancias. Quiza sea como cuando viajas a un país con un horario completamente diferente al tuyo; al llegar debes cambiar tu reloj para estar en sintonía y, aunque no es tu horario normal, te adaptas. Pero una vez que vuelves a tu país, el reloj, y tú, vuelven a su hora habitual.


Que en dónde ha quedado mi espíritu aventurero? Tal vez lo dejé empeñado, en alguna playa hace algunos meses, junto con un anillo que tiene, además de historia, mucho valor sentimental. Esa es la mayor prueba de que existe en mi el hambre de aventura que, probablemente, se quedó con él, guardado hasta que vuelva para recuperarlo. Sé que lo haré pronto y entonces, quizá, volveré a ser la misma! 


p.s. Me preguntas si sigo pensando lo mismo, si aún quiero seguirte hasta el fin del mundo, te respondo lo que ya sabes. Con el primer Sí venían incluídos todos los demás, aún si en ese momento no lo sabía...

Sunday, March 20, 2011

Verde que ¡te quiero verde!

El verde se encontraba no sólo en las hojas de los tréboles, en la ropa y en los sombreros, estaba también en las corbatas con pequeños duendes impresos, en los collares con perlas falsas, en los moños sobre las cabezas de mujeres y niñas, en los globos colocados sobre las entradas y en todos los adornos que colgaban del techo  y los pegados a las paredes. También estaba en la cerveza, que ese día simplemente cambió su tradicional color al color del pasto en primavera. Ese fue el indicador de que había llegado el día de festejar como los irlandeses, de sumarse a esa fiesta donde sin importar en "backgroud" todos eran un tanto "irish".

Entre la a alegría y la magia del día, la gente y el lugar, no importaba llegar solo, una vez ahí eras amigo de todos. Gente que trata de adivinar de dónde eres y que te cuenta de dónde es. Entonces, el ritmo de la música te transporta y te hace sentir que realmente estás en un pub en algún lugar de Irlanda. En el centro de la barra, el bar tender está realmente vuelto loco con tanta gente -aún cuando sólo son las tres de la tarde de miércoles-, pero tú, no desistes y le pides que te sirva otra sidra (una fuerte como las clásicas de lugar). Mientras tanto, alguien a tu lado te cuenta sobre lo antiguo del lugar, y que probablemente ha estado ahí desde antes que tú vieras el mundo por primera vez.

Minutos después, ya con tu sidra en mano, alguien te platica sobre su ascendencia irlandesa mientras tú le explicas que aunque físicamente no haya más en ti que el verde que usas en la ropa, y el trébol -adherido a tu mejilla por algún "loco" irlandés que los repartía sin parar- sabes que en alguna de tus vidas anteriores fuiste parte de esa increíble historia. Tal vez no puedas recordar los detalles, pero de algo sí estás seguro: cada vez que las notas musicales provenientes de una gaita son percibidas por tu oído, algo se enciende dentro de ti, evocando imágenes cuya existencia no logras distinguir entre lo que viste ahí en esta vida, o lo que viviste en una anterior.

Así, mientras la música no cesa, la gente no para de bailar, hablar y, sobretodo, de beber ese líquido que sólo por este día es verde, las manecillas del reloj se mueven rápidamente, tu vaso se va quedando vacío y tu cuerpo se va llenando de  emoción. Hoy te das por vencido en cuanto a esa regla autoimpuesta, de "poco alcohol". Es St. Patrick's Day y ese día no hay restricciones. De nuevo llamas al bar tender y simplemente le pides: "Un trago ¡MUY Irlandés! pero que no sea cerveza, porque esa en realidad no me gusta"-dices. Él, riendo un poco ante lo absurdo de la petición, promete hacer su mejor esfuerzo. Nota en tu mirada la expectativa de algo nuevo pero con buen sabor y, entonces, como si supiera exactamente lo que te gusta, desliza -sobre esa barra de madera fina, llena de tarros, algunos llenos y otros vacíos de la cerveza verde- un vaso que contiene lo que él llama: Jameson whisky sour. Basta sólo un primer sorbo para convencerte que ésta podría ser una de tus bebidas favoritas.

Estás listo ahora para decir: "cheers" con todos a tu alrededor. Lo haces, y preguntas: "¿cómo se dice salud en Irish?". Ríes, casi con una carcajada, al descubrir que entre la música a todo volumen, el ruido ambiental de la gente celebrando, lo complicado de la pronunciación y los niveles de alcohol, no eres capaz de repetirlo. Afortunadamente lo que sí puedes es repetir el guiño del ojo al acercar tu vaso al de los demás. Es, en ese justo instante, como si alguien detuviera el tiempo y tú fueras el único que continúa en movimiento, que miras a tu alrededor y , sin dejar de disfrutar y sorprenderte, te descubres siendo feliz y sonriendo, aunque sea sólo por un breve momento...

Con sólo un parpadeo, todo vuelve a su ritmo habitual y tú, dando el último sorbo a tu trago, te despides, no sin antes respirar profundamente ese aire impregnado de vida, alegría y verde, ¡mucho verde!.


ps. Escribo este relato después de un desfile por el Día de San Patricio, bebiendo un humeante café negro -recién hecho- y unos huevos benedictinos con salmón ahumado. Sólo por aquello de seguir disfrutando...

Sunday, February 13, 2011

De un teléfono a otro (o de corazón a corazón)

...no fue una separación sino un desgarramiento.
Quedó atónita el alma, y sin ninguna luz, 
se durmió en la sombra del pensamiento...
                                  - Luis G. Urbina



De un lado un pequeño celular con la foto de ambos en pantalla, del otro, un teléfono inalámbrico en una casa que, aunque ya no es la misma en la que se dieron esas primeras llamadas, igualmente ha sido testigo de incontables llamadas, visitas, momentos y recuerdos. La noche ya no es tan joven (como lo eran ellos cuando hablaron por primera vez durante más de tres horas), menos para él -debido a las dos horas de diferencia que tienen-, pero eso no impide que la conversación fluya  como si estuvieran  en la sobremesa en plena tarde de fin de semana. Al menos eso quisieran...


Quizá a simple vista no se note la diferencia. Él sigue siendo el que habla menos, aunque ahora ya disfruta de ese arte; ella sólo hace breves pausas para apenas respirar rápidamente y poder así seguir relatando sus historias, experiencias, sueños y más. Él dice las cosas que le vienen a la mente, y ella ríe como siempre, y genuinamente, ante sus hilarantes comentarios; él disfruta verla y escucharla reír de sus ocurrencias, y ella adora poder reírse con él. Ambos saben que sin todos esos momentos de risa, las cosas simplemente no serían igual.

Pasan de uno a otro tema, a veces con sentido y otras tantas sin él, queriendo abarcar todos los temas, todos los lugares, todas las personas, todos los espacios y todos los momentos que no han estado ahí, aunque quisieran haberlo hecho. A veces se quedan callados, por instantes desesperan queriendo encontrar la manera de no tener que recurrir a un teléfono para poder compartir sus sentimientos... Entonces, su oreja derecha comienza a sentir los efectos de los minutos transcurridos desde que inició la llamada, pero no quiere colgar, no desea ni siquiera cambiar el auricular a su oreja izquierda porque no quiere dejar de escuchar su voz ni por un segundo, desea aprovechar hasta el último instante como si ésta fuera la última llamada.

Han cambiado, ¡sí! Han crecido, madurado y conocido el mundo -cada uno a su manera- y después de esas distancias, de ese tiempo y ese recorrido, están más seguros que nunca de que quieren seguir compartiendo esas pláticas como cuando, en la prepa, pasaban horas platicando de todo y nada. Quieren continuar escribiendo esa historia, pasando por todo lo que haya que pasar, hasta el día en que, cuando los años hayan dejado su huella -no sólo en su historia sino en sus rostros y cuerpos-, no les quede nada más que simplemente hacerse compañía, y hablar...

ps.  Falta poco...