Tuesday, May 10, 2011

Esa mujer que llamo Mamá...

Creo que alguna vez, cuando era niña, estuve enojada con ella. No entendía por qué no podía estar en casa por las tardes cuando yo llegaba de la escuela; por qué no podía ir a los festivales y quedarse hasta el final; por qué siempre resultaba tan complicado cuando había una nueva reunión en la escuela o por qué no podía estar ahí como otras mamás. Y fue justo en el momento en que entendí que lo que la hace tan especial es justamente no ser como las otras mamás, cuando dejé de estar enojada con ella.


Después de eso, los años llegaron a mi con un poco de entendimiento, mostrándome -quizá de manera dura- que su compañía no se compara con nada; que tal vez no pasamos todas las tardes de mi infancia juntas, pero que no fue por egoísmo sino todo lo contrario. Sé que, seguramente, fue mas difícil para ella que para mi no poder estar ahí. También sé que no podemos volver el tiempo atrás, y tampoco es lo que quiero, porque la vida misma se ha encargado de regalarme muchos más momentos felices a su lado ahora que en verdad los sé valorar. He tenido la oportunidad de volver a ser niña aún cuando hace mucho que deje esa etapa. Me gusta pensar que tengo de nuevo 5 años y que cualquier problema deja de serlo si estoy junto a ella.


Hace poco, nuestras rutinas diarias cambiaron por completo. Su jubilación (aún a tan temprana edad) fue todo un suceso! Es algo que la ha hecho feliz, pero quizá no sabe que la más feliz he sido yo, porque ese evento nos ha dado la oportunidad de compartir esos momentos que nos debíamos desde siempre. Gracias a ello descubrí lo que se siente llegar a casa después de un día de trabajo, y que ella estuviera ahí esperando por mi. Ya fuera para comer juntas, para ir al cine, a caminar, de compras, o simplemente para recostarnos una a lado de la otra. Fue así como entendí que la tranquilidad que me da el simple hecho de estar recostada a su lado -aún cuando no haya palabras- es incomparable.


Mi mejor regalo...
Y entre todas esas nuevas experiencias, también se agolpan en mi mente millones de recuerdos. Muchos de ellos, la mayoría, momentos felices y agradables; otros tantos, de situaciones que provocaron lágrimas en su momento. Recuerdo, por ejemplo, el día en que volví a casa después de lo que, en ese entonces, representaba el momento más triste de mi vida. Un corazón roto que no dejaba espacio para ningún otro sentimiento que la tristeza, iba en busca de un espacio en el cual pudiera esconderse y llorar hasta el cansancio. Sin embargo, se encontró con ella, sentada en su sillón, mirando tele. Al verme, preguntó qué sucedía, supongo que por la expresión de mi rostro supo que no era necesario preguntar más, abrió sus brazos y prácticamente me avalancé sobre ellos. Me abrazó y lloré, lloré mucho hasta que no hubo más lágrimas por llorar.

Y aunque debió ser triste para ella verme así, supongo que una madre está mucho más acostumbrada a ver llorar a sus hijos que viceversa. Yo aún tengo clara la imagen de la primera vez que la vi llorar. Casi puedo revivir la sensación de impotencia al no poder hacer nada para evitarlo, era aún muy pequeña. Y aunque en ese instante no pude haber hecho mucho por aliviar su dolor, sé que otras veces he sido yo quien provocó su llanto, pudiendo haberlo evitado. Pero así mismo sé que seguramente ya lo ha olvidado...

Pero sobre todas las cosas, tengo grabados los momentos felices, todas las vivencias que hemos compartido y disfrutado, las pláticas y experiencias, y los millones de veces que nos hemos reido juntas! Y es que a veces somos tan simplonas! Me encanta la idea de saber que puedo contarle todo, y que si acaso algo no le parece sólo me mira con esos ojos de: Ay niña! y no dice más porque, como siempre, sabe que soy lo bastante grande como para decidir lo que es bueno y lo que no, porque ella me lo ha enseñado. Sé que en esa excelente mujer a la que llamo Mamá, tengo además a una gran amiga y, sobretodo, un gran ejemplo a seguir.

Estoy segura que cuando llegue el día en que tenga la oportunidad de tener a mis propios hijos, entenderé mucho mejor a la mujer que me dio la vida. Pero también sé que aún cuando ese momento no ha llegado, la admiro, la respeto y la valoro como a nada en este mundo!

ps. Felíz día Ma'!