Sunday, March 20, 2011

Verde que ¡te quiero verde!

El verde se encontraba no sólo en las hojas de los tréboles, en la ropa y en los sombreros, estaba también en las corbatas con pequeños duendes impresos, en los collares con perlas falsas, en los moños sobre las cabezas de mujeres y niñas, en los globos colocados sobre las entradas y en todos los adornos que colgaban del techo  y los pegados a las paredes. También estaba en la cerveza, que ese día simplemente cambió su tradicional color al color del pasto en primavera. Ese fue el indicador de que había llegado el día de festejar como los irlandeses, de sumarse a esa fiesta donde sin importar en "backgroud" todos eran un tanto "irish".

Entre la a alegría y la magia del día, la gente y el lugar, no importaba llegar solo, una vez ahí eras amigo de todos. Gente que trata de adivinar de dónde eres y que te cuenta de dónde es. Entonces, el ritmo de la música te transporta y te hace sentir que realmente estás en un pub en algún lugar de Irlanda. En el centro de la barra, el bar tender está realmente vuelto loco con tanta gente -aún cuando sólo son las tres de la tarde de miércoles-, pero tú, no desistes y le pides que te sirva otra sidra (una fuerte como las clásicas de lugar). Mientras tanto, alguien a tu lado te cuenta sobre lo antiguo del lugar, y que probablemente ha estado ahí desde antes que tú vieras el mundo por primera vez.

Minutos después, ya con tu sidra en mano, alguien te platica sobre su ascendencia irlandesa mientras tú le explicas que aunque físicamente no haya más en ti que el verde que usas en la ropa, y el trébol -adherido a tu mejilla por algún "loco" irlandés que los repartía sin parar- sabes que en alguna de tus vidas anteriores fuiste parte de esa increíble historia. Tal vez no puedas recordar los detalles, pero de algo sí estás seguro: cada vez que las notas musicales provenientes de una gaita son percibidas por tu oído, algo se enciende dentro de ti, evocando imágenes cuya existencia no logras distinguir entre lo que viste ahí en esta vida, o lo que viviste en una anterior.

Así, mientras la música no cesa, la gente no para de bailar, hablar y, sobretodo, de beber ese líquido que sólo por este día es verde, las manecillas del reloj se mueven rápidamente, tu vaso se va quedando vacío y tu cuerpo se va llenando de  emoción. Hoy te das por vencido en cuanto a esa regla autoimpuesta, de "poco alcohol". Es St. Patrick's Day y ese día no hay restricciones. De nuevo llamas al bar tender y simplemente le pides: "Un trago ¡MUY Irlandés! pero que no sea cerveza, porque esa en realidad no me gusta"-dices. Él, riendo un poco ante lo absurdo de la petición, promete hacer su mejor esfuerzo. Nota en tu mirada la expectativa de algo nuevo pero con buen sabor y, entonces, como si supiera exactamente lo que te gusta, desliza -sobre esa barra de madera fina, llena de tarros, algunos llenos y otros vacíos de la cerveza verde- un vaso que contiene lo que él llama: Jameson whisky sour. Basta sólo un primer sorbo para convencerte que ésta podría ser una de tus bebidas favoritas.

Estás listo ahora para decir: "cheers" con todos a tu alrededor. Lo haces, y preguntas: "¿cómo se dice salud en Irish?". Ríes, casi con una carcajada, al descubrir que entre la música a todo volumen, el ruido ambiental de la gente celebrando, lo complicado de la pronunciación y los niveles de alcohol, no eres capaz de repetirlo. Afortunadamente lo que sí puedes es repetir el guiño del ojo al acercar tu vaso al de los demás. Es, en ese justo instante, como si alguien detuviera el tiempo y tú fueras el único que continúa en movimiento, que miras a tu alrededor y , sin dejar de disfrutar y sorprenderte, te descubres siendo feliz y sonriendo, aunque sea sólo por un breve momento...

Con sólo un parpadeo, todo vuelve a su ritmo habitual y tú, dando el último sorbo a tu trago, te despides, no sin antes respirar profundamente ese aire impregnado de vida, alegría y verde, ¡mucho verde!.


ps. Escribo este relato después de un desfile por el Día de San Patricio, bebiendo un humeante café negro -recién hecho- y unos huevos benedictinos con salmón ahumado. Sólo por aquello de seguir disfrutando...