KaRla BoNastRe Ch.
Con sus zapatillas negras de altísimo
tacón, un vestido rojo pero formal, y una gran sonrisa se acercó a nosotros.
Sostenía una cartulina con una frase, al igual que sus compañeros. Manteniendo
la sonrisa y una mirada cálida, como si nos conociera de tiempo atrás, pidió
permiso para preguntarnos: ¿compartirían uno de sus sueños conmigo?
No supe qué responder, de primera
instancia esa parte de mi mente que está acostumbrada a pensar de manera
tradicional, trajo a flote algunos paradigmas y me hizo preguntarme a qué se
dedicaba esa mujer y qué se traía entre manos. ¿De qué negocio se trata y qué
quiere venderme?
Después de unos segundos aterricé
en la otra parte, en esa que está más trabajada y que confía, la parte que cree
en la bondad de la gente y en los actos desinteresados; en compartir sin
esperar nada a cambio. Entonces lo escuché decir su sueño y volé, traje el mío
a la mente y mientras él escribía el suyo en un papel yo imaginaba el mío, lo
veía sobre mis manos y vibré, justo como hace años, como cuando soñaba con los
ojos abiertos y cuando creía que el mundo podía ser mío si así lo decidía.
Tomé el pedazo de papel que ella
me dio y lo escribí. Acto seguido un abrazo. Uno sincero. De los que se sienten
a través de la piel y te hacen sentir bien sin importar cómo te encontraras
anímicamente. Se despidió de nosotros recordándonos que podemos lograr nuestros
sueños y que soñar en grande vale la pena.
Sonreímos entonces y seguimos
caminando. Alrededor de ella más gente y sus compañeros que hacían la misma
función con cada persona que pasara por ahí. Todos con sus respectivas
cartulinas y la misma frase en cada una de ellas: ¡Sueña en grande! Por
increíble que parezca, acciones como esta te pueden cambiar el día.
Sonreímos y nos abrazamos. ¿Cómo
algo tan aparentemente “sencillo” puede provocarte tanto y moverte tantos
sentimientos? Y, ¿cómo la gente puede resistirse a verlo? Las personas pasaban
de largo sin querer compartir su sueño, sin darse cuenta que no se trata tanto
de compartirlo como de tenerlo presente y vivir por ello una vida que valga la
pena.
No sé si era parte de una campaña
para algún producto, un servicio social o simplemente una iniciativa de gente
que quiere reforzar la importancia de tener un sueño en la vida. Me gusta
pensar que fue esta última, y que cada vez hay más gente consciente de la
necesidad de volver a lo básico, a lo simple, a volvernos buenos y vibrar en armonía
y abundancia.
Y a esto considero yo, mi primer
regalo de Navidad…