Monday, February 27, 2012

¿ELLA O YO?

"A grandes males, grandes remedios"

Una lucha eterna

Ana y Juan son una pareja como cualquier otra, aunque tal vez no tanto. Llevan varios años juntos y se aman locamente. Se consideran divertidos y la pasan de lo lindo cuando el tiempo se los permite. Han tenido conflictos como cualquier otro matrimonio, aún cuando se precien de tener buena comunicación en su relación, y siempre habían sabido cómo solucionarlos, hasta ahora...

Anoche, Ana tenía necesidad de hablar. Juan estaba tendido sobre la cama, con su almohada hecha un rollo detrás de su cuello -para dar mejor soporte- y en posición de :"estoy mirando tele, ¡qué feliz soy!". Ana iba y venía de un lado a otro de la habitación para tratar de llamar la atención de Juan, mientras que éste prácticamente no parpadeaba más que para lo estrictamente necesario (humedecer un poco sus ojos mientras seguía con la mirada las imágenes que se mostraban en la pantalla). Ana se movía y hacía ruidos intentando que Juan la notara, que volteara a verla y entonces sí, comenzar con la plática. ¡Esfuerzo inútil! Juan seguía inmóvil.

 
Después de una hora, cuando el programa que Juan veía terminó, Ana se había dado por vencida, estaba en cama a punto de dormirse, sin poder lograrlo porque el coraje no se lo permitía. Cuando Juan por fin tomó el control (sólo el de la televisión) puso fin a la sesión de tv nocturna y se dispuso a dormir plácidamente. Entonces la cólera de su esposa se hizo evidente para él y le pregunto: ¿te pasa algo? Quizá hubiera sido mejor no preguntar. Sentirse desplazada por la tv era una de las peores cosas que le habían podido suceder. Las palabras de Ana fluyeron como agua de río y, como si fuera una poesía -aprendida años atrás- le recitó durante minutos todo lo que sentía.

 
Mientras Ana hablaba, Juan sólo pensaba que no podía entender cuál era la molestia de su esposa. ¿Por qué le era tan difícil entender que él disfrutara tanto de algún programa? y más aún, ¿qué parte no entendía de que si miraba la tv, todos sus sentidos estaban enfocados en ello? Una vez más las diferencias de género hacían de las suyas, llevándolos al desacuerdo y al poco entendimiento por la propia naturaleza de ambos. Pero aunado a lo que ya sabían que era parte de ellos, Ana consideraba imperdonable el hecho de que Juan no contara (quizá) con la suficiente fuerza de voluntad como para simplemente oprimir un botón, apagar el televisor, y dedicarle 5 minutos a la mujer que ama...



Mira a tu alrededor, si estás en casa cuenta el número de televisores que hay en ella y analiza en dónde están ubicados. ¿Tienes idea de cuántas horas a la semana pasas frente a este aparato eléctrico? ¿Cuántas veces has sido tú una Ana más, que busca la atención de su esposo sin recibir más que ese aparato eléctrico? Aunque no debemos poner como el malo de la historia siempre al hombre, nosotras -aunque tengamos la capacidad de hacer varias cosas a la vez- también hemos sido, seguramente en varias ocasiones, víctimas y presas de la tv.

Aunque hoy en día la novedad en cuanto a la causa de divorcios pueda ser algo como los sextings, los videojuegos, cibersexo, entre otras, la televisión sigue siendo uno de los aparatos que más puede promover el fenómeno de la separación de parejas, gracias a una guerra interminable de reclamos por no tener la atención del cónyuge. Y no es falta de amor sino de entendimiento y atención, sobretodo esta última, que -para el adicto a la televisión- se encuentra concentrada en este aparato que tanta alegría le proporciona.

Esta guerra no es contra un rival de carne y hueso, no es contra otra mujer a la cual podamos reclamarle o sacar del camino, ¡no! esta guerra es contra un objeto capaz de atraer la atención de nuestros hombres de manera tal que los parece hipnotizar y "embrutecer" al grado de olvidar lo que están haciendo, llámase comer, hablar, vestirse, arreglarse y una lista interminable de posibles actividades. Todo ello debido a que nosotros mismos hemos dado a las cosas y a la tecnología, el poder de controlar nuestro tiempo y nuestra vida, olvidando que son las personas que están a nuestro lado las únicas capaces de proporcionarnos esa felicidad que en realidad vale la pena en la vida.




Finalmente, Ana decidió que no iba a perder esa guerra. Ella era mucho más capaz e interesante que la tv, y estaba dispuesta a lograr, a como diera lugar, que la televisión fuera sólo un objeto más en casa, que sólo tendría la importancia que ella y Juan quisieran darle, pero jamás tanta que los obligara a dejar de hablar entre ellos...