Friday, October 1, 2010

Quiso y... ¡lo logró!

Con una intensidad que quemaba hasta debajo de la ropa, el sol le pidió permiso a octubre para hacer su aparición. Un suceso de esta magnitud (un día bastante más cercano a lo templado que a lo frío) sólo podía disfrutarse al cien por ciento desde un lugar específico que vino a su mente sólo a través de los recuerdos.
  
Quiso caminar hasta allí y verlo con sus propios ojos, sin que nadie más se lo contara. Hizo una pausa, analizando rápidamente si era o no buena idea, finalmente se decidió. Caminó hasta llegar a la acera que dividía la ciudad de un pequeño pedazo de playa que le parecía encantador. Miró ligeramente a los lados -por mera costumbre- sabiendo que cuando atravesara la calle, los coches se detendrían sin chistar.

Una vez allí dudó una vez más, ¿una banca cerca de la acera, pasto o arena? No iba preparada y se inclinó por la primera opción. El panorama, el clima y cierto aire de nostalgia se posicionaron sobre todo lo demás que pudiera existir en ese momento a su alrededor. El olor penetraba fácilmente yendo más allá de su nariz, instalándose en la piel. Los rayos de sol, por su parte, le recordaban la intensidad con la que puede brillar todo y que el calor no sólo se siente sino se respira.

Minutos más tarde el aire, como a las hojas, la levantó, la movió y la fue llevando lenta y ligeramente en otra dirección. Ese lado, hasta ese momento, no visitado de la ciudad lucía ligeramente más rojo, naranja y café. Quiso ser una hoja de maple, pequeña y ligera para dejarse llevar por el viento. ¡Lo consiguió! Las cosas que cargaba, aún en su interior, desaparecieron. Flotó, alto, más que algunos edificios a su alrededor y rió, fue feliz ahí arriba, casi volando y después, volvió al suelo.

Quiso quedarse un poco más, desconectando todo cable que pudiera retenerla en el mundo real, estaba decidida a no pensar. A mirar, como ausente, más hacia dentro que a su alrededor…
y lo logró.

Tuesday, September 28, 2010

En soledad

Casi una semana lejos y las ideas comienzan a ordenarse en algún lugar dentro de mí. Es como si una pieza de la maquinaria se hubiera salido de su lugar mientras la movían a un nuevo sitio, volviendo a colocarse en el sitio correcto hasta que todo dejó de moverse a su alrededor o -mejor dicho- hasta que la máquina a la cual pertenece estuvo ubicada en un solo lugar…

Tomando como punto de partida un aeropuerto casi desierto (por el día y la hora) y como punto final este día soleado, el cual -estoy segura- pertenece al verano pero quiso ser travieso y colarse entre las divertidas hojas de colores otoñales que llegan propiamente con esta estación, podría decirse que un millón de imágenes son ahora sólo recuerdos, recientes ¡sí!, pero al fin y al cabo recuerdos.

Podría encontrar las palabras para describir los acontecimientos de estos días, podría describir paso a paso la espera del viaje, los nervios de la llegada a un nuevo hogar y lo increíblemente extraño que resulta adaptarse a otro país, aún cuando se vivió antes en éste. Podría, pero no lo haré. Esos días y los sentimientos que desataron en mí, se quedan conmigo. Baste decir que aunque definitivamente me siento feliz, hubo una serie de sucesos inesperados que estuvieron a punto de hacerme renunciar. Pero no lo lograron. 

No soy más de esas personas que renuncian y dejan que sus sueños se vayan con el inicio de un nuevo día, no me rindo, no me doy por vencida. Quizá por eso sigo aquí cuando casi todo (todos) lo que quiero está allá. Estoy aquí viviendo lo que alguna vez representó una aventura que esta ocasión y cada día -en medio de un idioma que no es el de nacimiento- se torna más seria. Una aventura que en soledad se disfruta de una manera diferente, pero que no por eso debe dejar de compartirse.

Es así como entiendo que con la edad, aunque en realidad es más con la experiencia que dan ciertos eventos, nos vamos tomando la vida más en serio, tanto que en ocasiones nos olvidamos de vivirla para darle paso al estrés o al sufrimiento de no saber qué es lo que viene. Hoy, después de una “deliciosa” clase de yoga, disfrutando de un "matchachillo" (licuado de yoghurt con té verde en polvo) y un saxofón  -que da vida a una encantadora pieza de jazz-, he decidido comenzar de nuevo, dejar de preocuparme tanto.

Los planes siguen surgiendo y los sueños encontrarán su camino para volverse una realidad, seguramente los llevaré de la mano guiándolos hacia donde sea mejor dirigirse. Y mientras eso sucede,  seguiré extrañando (y mucho), pero viviendo, respirando y mirando tantas cosas, que hacen que sea imposible dejar de vibrar y sentir que todo esto vale la pena…