Tuesday, October 26, 2010

Kilómetros...

Din don don din don... un sonido casi imperceptible anunciaba la llegada de un nuevo mensaje al celular,  una cara bañada en sudor -que mostraba el esfuerzo realizado durante una hora de arduo trabajo físico- cambió su expresión: de agotamiento a felicidad, en cuanto leyó el contenido del mensaje. El texto era claro y, aunque corto, no había más que decir por el momento. Bastó sentir su corazón acelerarse rápidamente, para saber que se había conectado con ese otro corazón a kilómetros de distancia, y que -a su manera- se entendían sin palabras.

Fue mientras esperaba el momento de encontrarlo -a través del ciberespacio y gracias a la tecnología, para poder hablar de la buena noticia-, que se sentó a divagar y pensar en la manera en que han cambiado las cosas y cómo lo que ahora resulta tan fácil, hace algunas décadas era impensable. La idea había estado rondando su cabeza desde un mes antes. Todo comenzó cuando tuvo que realizar cierto viaje. Las cosas parecían marchar bien pero justamente un día después de su llegada al lugar de destino, la computadora portátil sufrió una parálisis incontrolable, simplemente no había medicamento casero que la despertara de su letargo y no hubo más que hacer... ¡directo al hospital de máquinas!.

Sin esa máquina (invento divino del hombre) y sin un celular que funcionara para comunicarse de este país a aquel, sus esperanzas de ponerse en contacto con él eran casi nulas, y no porque no existieran en este lugar esos tan famosos y visitados "café internet" sino porque -aunque parezca increíble- no pudo encontrar uno en kilómetros a la redonda. Y es que claro! en un país de primer mundo donde casi cada habitante tiene su propia laptop, blackberry y/o iphone ¿por qué querría alguien poner un cibercafé? sobretodo si se trata de una zona en donde además de casas hay "más casas".

Pues bien, después del fallido y frustrado encuentro (habían quedado de encontrarse a cierta hora en Skype), lo único que le quedaba era lamentarse, y más aún por no haber podido hallar un medio para avisarle que no podría llegar a la cita. Justo ese fue el detonante de ideas e imágenes en su cabeza que, atropellándose entre sí, la hicieron ponerse en los zapatos de las mujeres de hace quizá unos 200 años, más-menos. Pensó en la fortaleza que debieron tener y mantener tanto ellas como los hombres a quienes amaban, cuando se alejaban físicamente por largos periodos. Cuando iban a la guerra, por poner uno de los más claros ejemplos.

Y es que ¿quién les daba razón de ellos? ¿cómo podían pasar días, meses e incluso años sin saber de ellos?, ¿cómo estaban?, ¿qué sentían?, ¿las extrañaban?, ¿comían bien?, ¿estaban enfermos?. ¡Nada!, ¡Ni una sola manera de enterarse rápidamente de los acontecimientos!, ninguna otra que una carta que viajaba durante días, para llegar a su destino y que, si el hombre en cuestión se había visto presionado por cualquier situación, sólo decía que estaba bien y que esperaba tener noticias de ella pronto. El único enlace entre estos dos amantes eran sus cartas de amor, esas que no dejaban de escribirse pero que recibían una vez cada cierto tiempo. Y para ella, una foto de él sobre su buró, que cada vez se volvía menos clara quizá por una que otra lágrima derramada sobre la misma; para él, una foto con una imagen de ella apenas perceptible por el sudor que traspasaba su camisa y llegaba al bolso frontal en donde la guardaba, para tenerla cerca de su corazón.

Así que no tuvo más que sentir una profunda admiración para esas parejas, que probablemente encontrarían casi ridícula la idea de que hoy en día baste dar un sólo clic para enviar desde un msg corto, hasta la carta más larga con detalles, fotografías y hasta videos a través de la red. Aunque le gusta, y sabe que gracias a ello puede estar en contacto con el mundo, no deja de maravillarse ante  esos hombres y mujeres que esperaban ansiosos, la llegada de la siguiente carta en que se enterarían cómo estaban las cosas "allá en casa" en donde sus familias, esposas, hijos o novias, esperaban "desesperadamente" su llegada...

Finalmente, el particular sonido que deja notar que hay una llamada entrante en skype, la trae de vuelta a este mundo donde computadoras, celulares, internet, banda ancha y todos esos términos cada vez son más y sirven para decir que estamos "conectados", aún en la distancia. Esa misma distancia que no impidió que esa noche, celebraran juntos -por medio de una conjunción de herramientas tecnológicas-, uno en la playa (con calor) y otro cerca de la playa (con frío y lluvia), cada uno en diferentes países, el inicio de un nuevo trabajo, ese que habían estado esperando...

Congrats my love!!!