Tuesday, November 2, 2010

Mensajes

La casualidad es sólo una palabra que utilizamos en momentos en los que no logramos explicar por qué suceden algunos eventos, pero hoy -una vez más- he comprobado que nada sucede por "casualidad".

Los últimos días he experimentado una serie de bajas vibraciones que vienen acompañadas por un sentimiento de soledad que cuesta trabajo describir. No se trata de depresión como tal sino de falta de "algo", es un vacío que comienza en la boca del estómago y baja un poco hasta instalarse justamente en medio de mi cuerpo y ahí se queda, presionando hasta que encapsula lo mejor de mi y deja fluir las incertidumbres y miedos.Y mientras ellas andan ahí, merodeando, yo camino como divagando.

Hace sólo dos días el episodio se repitió, estuve en la escuela como presente pero en realidad no estaba. Al terminar la clase aún no sentía que fuera momento de ir a casa así que caminé. Buscaba un sitio tranquilo, un lugar en el que pudiera dejar de prestar atención a mis pensamientos. El frío dibujó un tono rojo en mis mejillas y me instó a apresurar el paso. Justo frente a mí, la biblioteca. Sin dudar entré y caminé entre los pasillos, me decidí por la sección de libros de misterio, esperaba encontrar a Agatha Christie, después de pocos minutos me rendí y tomé un libro al azar.

"Horror for Christmas", ¿en qué estaba pensando? Era un compilación de historias de diferentes autores, nuevamente -al azar- escogí una de las historias y comencé a leer. No puedo recordar de qué iba porque al llegar a la página 65 (dos o tres páginas de lectura), encontré un pequeño papel doblado, al principio supuse que se trataba de un pedazo de hoja que sirvió a alguien como separador, es justo la técnica que utilizo -como muchos otros- cuando no tengo un separador adecuado a la mano. Pero cuando miré detenidamente, unas pequeñas letras en tinta roja llamaron mi atención. En la parte exterior de esa pequeña porción de papel doblado se leía:
"To:
The reader"
(Y dentro):
"Dear reader
You are loved so much. Don´t forget it!
God bless!"

Un súbito escalofrío recorrió mi cuerpo y esa presión en el estómago, me abandonó. El simple hecho de recordarlo me pone la piel chinita. Eso no fue "azar". No sé quién lo escribió ni qué pensó cuando lo hizo, no sé si habrá estado realmente consciente de lo que su mensaje podía causar. Sólo sé que esa persona, aún sin conocerme, cambió mi día con un solo detalle. ¡Bastó tan poco! Y ahora no dejo de pensar que los mensajes siempre están ahí, no es que alguien los mande en el tiempo preciso, es que nosotros debemos abrir los ojos (y los brazos) para recibirlos en el momento justo.

Estoy segura que no fue casualidad...