Así como en la comida o el ejercicio, por mencionar sólo
algunos, podemos hablar de gustos adquiridos, en el cine también sucede.
Estoy casada con un fan extremo de Rocky Balboa, al cual
conoció cuando apenas y sabía hablar correctamente (casi como Rocky) y conoce
cada uno de los diálogos de sus películas (de casi todas!). Puede reconocer de
qué película se trata con sólo escuchar dos palabras de algún diálogo ¿pueden
creerlo? Ambos sabemos que esa habilidad deber tener algún buen fin… aún
seguimos investigando cuál…
Por mi parte, conocí a Rocky cuando conocí a mi esposo, más
o menos hace unos diecisiete años, mostrando cero interés en sus películas. Por
supuesto, con el paso del tiempo “tuve” que ver no sólo todas las existentes
sino ir al estreno de la última en ese momento. Pero ¿cómo? ¿Más Rocky?, era mi pensamiento. Y sí,
en efecto, el famoso Rocky Balboa seguía haciendo de las suyas aún con todos
los años posibles a cuestas. Y así, después de tantos años de ver las películas
una y otra vez, más por rendición que por decisión, terminé formando parte del
bando de los fans de este famoso boxeador. Simplemente fue imposible no ceder
ante esta historia que muestra desde diferentes ángulos la vida de un boxeador,
en las buenas, en las malas y en las muy malas. Que nos hace llorar en muchos
momentos y nos motiva en muchos otros. ¿Quién no ha puesto el soundtrack de Rocky, al menos alguna vez, para
correr, hacer ejercicio o antes de realizar alguna actividad importante que
requiere todo el potencial?
Esta historia que en cada película y, con un
acercamiento diferente al protagonista y algún otro boxeador, nos emociona,
sobretodo al momento de las memorables peleas (que sufro como nada) pero las veo
como hace los niños con las películas de terror, es una muestra del tezón que tienen los boxeadores y de las fuertes pruebas que deben enfrentar. Así, en cada entrega, hemos podido ver distintas facetas de éstos, de los entrenadores y sus familias. Y después de algunos años de ver, la que pensamos sería la última, hace poco se estrenó Creed, también del artista detrás de Rocky y por fin pudimos verla!. En una versión un
tanto diferente y con un Rocky que está más cerca del fin que de lo que alguna
vez fue, pero que sigue mostrándonos que la fuerza de voluntad, el corazón y
una mente enfocada pueden lograr grandes cosas.
Me gustó, me hizo llorar, y mucho,
pero sobretodo me hizo pensar en la genialidad de una mente ganadora, de una
persona con visión y un ejemplo en muchos sentidos, y no hablo del personaje sino de Sylvester Stallone, cuya historia en la vida real comenzó con
un camino duro, parecido en muchos sentidos al de Rocky, pero que encontró el
camino al éxito hace ya mucho tiempo y sigue cosechando monedas de oro con una
historia que inició de la manera menos romántica pero a la que le apostó todo y
hoy sigue siendo un éxito taquillero, aun cuando pueda ser una historia un tanto
predecible.
Y de dicha predictibilidad baste decir que a veces no es
mala, cuando nos deja con un buen sabor de boca porque salimos de la sala de
cine con una sonrisa o el corazón engrandecido al sentir que nosotros también
podemos ser un Balboa, un Creed o un Sylvester Stallone en potencia… De ser
así, ¡que vengan más de éstas!