Wednesday, December 18, 2013

A veces las cosas van...

Te levantas con toda la actitud para que tu día sea especial. Tienes todo planeado. En tu agenda no queda un espacio libre para este día que, ante tus ojos, se ve prometedor, encantador y luminoso. Todo ha sido fríamente calculado, has trabajado hasta el cansancio para que cada detalle sea casi perfecto.

Los detalles de la temporada están presentes en todo el lugar y hasta huele a Navidad –según tú-. O tal vez sea sólo que el ponche hierve en la cocina e impregna el aire de ese aroma a canela y frutas que te recuerda tu infancia. Aventuras entre amigos-hermanos-primos-cómplices-, sonrisas y abrazos.

Si todo siempre ha sido así, ¿cómo algo podría salir mal? Has pasado horas envolviendo regalos, preparando los dulces, eligiendo la comida, pensando en los horarios e inventando actividades. En pocas palabras, has coordinando todo para evitar que haya detalles sueltos y sin contemplar.

Pero a veces, aun cuando pareciera que no hay lugar para imprevistos, las cosas simplemente “van mal”. Todo fluye y en un instante una chispa surge y acaba con la magia. Intentas detenerla pero resulta imposible. Te preocupas. Te pones nervioso y sudas frío. Tratas de mantener la calma y respirar profundo. Esbozas una sonrisa, más de nervios que de autenticidad, y te quedas en pie.

Piensas que la situación debería ser diferente y no entiendes en qué punto te perdiste. A veces las cosas van mal “simplemente porque sí”. Cualquier día puede cambiar de blanco a negro en cuestión de segundos sin darnos explicaciones. Pero esto no es casualidad. A veces las cosas van mal cuando necesitamos una muestra de que no podemos ni debemos querer controlar todo y que debemos mantener el piso.

A veces las cosas van mal cuando la humildad se está yendo de nuestras manos y la soberbia le gana terreno poco a poco. Cuando olvidamos nuestro verdadero por qué y avanzamos sin un sentido lógico. Van mal cuando alardeamos de hacer todo bien y dejamos de lado lo que otros hacen y/o sienten.

A veces las cosas van mal simplemente para enseñarnos la lección. Y cuando ésta llega, lo único que debemos hacer es preguntarnos: ¿Para qué? Y ¿qué podemos aprender de esto? Porque cuando las cosas van mal es porque nosotros así las percibimos, porque nosotros vibramos en esa sintonía de malestar y atraemos más de lo mismo.

Cuando las cosas van mal tenemos siempre dos opciones: aceptarlas como vienen, o tomar acción y volverlas positivas, sin importar el tiempo o el esfuerzo que ello represente. Y es que a veces las cosas van “mal”, pero también, esas veces, las cosas van bien…


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