Wednesday, August 15, 2012

DESDE OTRO PUNTO DEL MAPA


Allá abajo en la ciudad...
Alrededor de 2 millones de habitantes probablemente aún duermen mientras aquí, en las alturas, ya se percibe el aroma del café, las ollas humean, se escucha el encantador sonido de los cuchillos sobre las tablas y del aceite hirviendo. Ellos trabajando, nosotros también... Cada uno a su manera, cada uno con su estilo y, cada quién en lo que le corresponde.

A pesar de ello hay tiempo para disfrutar de la vista, de una panorámica perfecta de este nuevo lugar. Nuevo tal vez sólo para unos cuantos, pero al fin distinto. El sueño que se volvió idea, la idea que se transformó en objetivo, el objetivo por el cual se luchó y, poco a poco -pero con muchísimo esfuerzo-, se fue materializando hasta ver ahora, que la semilla germinó y está a punto de dar sus primeros frutos.

Ese sueño que comenzó siendo el de uno solo, hoy es compartido por otras tantas almas que esperan con ansias el día indicado para poder abrir "puertas y brazos" en espera de los primeros comensales. La expectación no supera la emoción, esa que vibra en cada milímetro de la piel cuando se emprende un nuevo reto. Y con esto, obviamente más compromisos y necesidad de mejora.

A la par avanzan nuestros sueños, esos que alguna vez fueron por caminos diferentes, y que hoy van entrelazados, algunos volviéndose uno, y otros simplemente acompañándose por el sendero que caminamos. Vamos a dormir y despertarmos con frío, pero de ese que se siente bien porque es compartido y poco a poco se olvida. Respiramos aire puro y nuevo. Caminamos por calles seguras que ofrecen cultura, arte, música y comida que huele bien y sabe "mucho mejor". 

Continuamos "step by step", riéndonos a diario por alguna tontería, componiendo y descomponiendo al mundo, recordando qué nos trajo hasta aquí y a dónde queremos llegar. Aún nos sorprendemos de pequeños detalles que encontramos aquí y que habíamos olvidado, y nos animamos a seguir soñando para volar hasta donde ni siquiera hemos imaginado, pero sin olvidar jamás de dónde venimos.

Ahora, la nariz pica un poco gracias a esa sustancia que suelta el chile habanero al ser quemado, volando lentamente por el aire para instalarse en nuestras gargantas y aturdir nuestros sentidos hasta toser, pero al mismo tiempo hacernos desear ver esa mezcla terminada y disfrutarla junto con el ceviche al que acompañará. Mientras tanto, con los ojos llorosos (por el intenso olor del habanero) habrá que dejar de escribir, y continuar con las tareas pendientes además, por supuesto, de disfrutar de los pequeños grandes placeres de estar aquí. Allá abajo, la ciudad ¡nos invita a visitarla! 


No comments:

Post a Comment